En un mundo en constante cambio, la fusión de lo clásico con lo novedoso se convierte en una fórmula ganadora para productores y exportadores. La combinación de bienes arraigados en la historia de un país con innovaciones emergentes ofrece un camino hacia la resiliencia y el crecimiento sostenido en mercados globales.
Para países con economías basadas en la agricultura, diversificación de riesgo para exportadores significa no depender exclusivamente de un cultivo o producto con alta volatilidad de precio. Un desplome en la demanda de un producto tradicional, como el café o el banano, puede poner en jaque a toda una región.
Incorporar productos alternativos permite aprovechar tendencias de consumo y adaptarse con agilidad a nuevas oportunidades. La respuesta de Perú, por ejemplo, con un aumento del 14,3% en exportaciones de no tradicionales en junio de 2024, demuestra la fuerza de esta estrategia.
A nivel global, los productos tradicionales mantienen un crecimiento promedio anual del 11,2% (2001-2017) en Ecuador, mientras que los no tradicionales alcanzan 9,2%. Sin embargo, en México el 49% de las empresas sigue ofreciendo servicios tradicionales, y apenas el 26% apuesta por innovaciones certificadas.
El mercado global de datos alternativos, valorado en USD 11.46 mil millones en 2023, proyecta un salto a USD 242.23 mil millones para 2031, con una tasa de crecimiento anual del 47,22%. Este ejemplo ilustra la voracidad de la demanda por información y productos atípicos.
La tendencia muestra que los productos alternativos no solo crecen rápidamente, sino que desplazan parcialmente a los tradicionales en ciertos mercados, exigiendo una lectura estratégica a los exportadores.
En Ecuador, cooperativas agrícolas han comenzado a exportar banano y pitahaya en un mismo contenedor, optimizando logística y diversificando clientes. Esto ha permitido tarifas más competitivas y acceso a supermercados premium en Europa y Asia.
Pequeños productores de la sierra peruana suman valor a su portafolio tradicional de arroz con certificación participativa y confianza, añadiendo variedades ancestrales recuperadas y orgánicas. El resultado: mejor precio y fidelidad de compradores conscientes.
La sinergia entre lo tradicional y lo alternativo requiere planificación y alianzas. Un primer paso fundamental es la creación de redes de valor agregado innovadoras que conecten a los productores rurales con plataformas urbanas de venta y exportación.
Los gobiernos y organizaciones deben ofrecer sostenibilidad y nuevos regímenes alimentarios mediante incentivos fiscales, certificaciones y ferias internacionales especializadas. Asimismo, la digitalización de procesos agiliza la trazabilidad y mejora la competitividad.
Aunque la combinación de productos tradicionales y alternativos trae beneficios, existen barreras: falta de acceso a financiamiento, carencias logísticas, escasez de infraestructura fría y trámites complejos. Estas limitaciones pueden contrarrestarse con políticas públicas orientadas a la innovación y la cooperación internacional.
La gran oportunidad radica en posicionar a los exportadores latinoamericanos como referentes de innovación responsable y calidad sostenible. Los consumidores globales buscan confianza, trazabilidad y compromiso social, atributos que emergen de la fusión de lo experimentado con lo experimental.
El futuro pide un enfoque holístico: fortalecer la cadena de valor, diseñar estrategias de marketing que destaquen la historia de cada productor y aprovechar las tecnologías emergentes, como blockchain, para certificar orígenes y procesos.
En definitiva, combinar productos tradicionales y alternativos no es solo una táctica comercial, sino un paso hacia una agricultura más justa, diversa y resiliente. Adoptar esta visión integral permitirá a empresas y comunidades rurales afrontar desafíos, aprovechar oportunidades y construir un legado que trascienda generaciones.
Referencias